viernes, 27 de mayo de 2016

El neoliberalismo: una ideología in-humana
Suelo escuchar algunas tertulias, debates, intervenciones de políticos, empresarios, también taxistas, vecinos y conversaciones de bar. Y me llama poderosamente la atención, y me sorprende, y me extraña, y me irrita ver que son tantos todavía los que defienden esta sociedad humana ultraliberal, donde el emprendedor y el bróker son los héroes, cuya religión es la competitividad, una sociedad humana donde la Bolsa es el templo y el dinero el Dios todopoderoso.
Lo que me irrita y me indigna es que se considere humana ese tipo de sociedad, porque sus valores son los de la selva, sus leyes las de la dura naturaleza: el fuerte, el listo, el más atrevido, el mejor situado o adaptado sobresalen y sobreviven, y los débiles, los tímidos, los menos ambiciosos, los que no tienen tanta suerte “¡que se jodan!”, según la expresión que ha salido de más de una boca de político o de periodista de derechas (en realidad era evidente que vía la boca les salía del corazón).
Lo que me irrita y me entristece más aún es que personas que no pertenecen a la minoría poderosa que manda en este mundo, sean las que defiendan más fanáticamente esta ideología, particularmente con su voto.
Los valores que sustentan semejante ideología serán todo lo que uno quiera salvo humanos. Estos valores no pueden ser los de la humanidad. Sus leyes son las del mundo vegetal y animal (por cierto con excepciones) pero no pueden ser las del ser humano. Una sociedad gobernada por la ideología neoliberal es para mí in-humana.
La humanidad se ha caracterizado desde sus orígenes por el intento de superar las leyes de la naturaleza, por el deseo de asegurarse el techo y el pan con menos esfuerzo y más seguridad, de vivir la vida sin las incertidumbres, las angustias y los temores del mundo animal. Para eso inventó la agricultura y la solidaridad, para eso se estrujaron las neuronas Montesquieu, Rousseau y Voltaire, para eso se hicieron revoluciones, para eso se crearon sindicatos, para eso se elaboró la Carta de los Derechos Humanos, para eso se hicieron guerras también.
Una minoría, de mente enferma, desde siempre obsesionada por el poder y la riqueza material, inventó los dioses, el ejército, la monarquía para imponer unas reglas de organización, unas leyes que sólo le beneficiaban a ella, intentando siempre someter y esclavizar a la mayoría crédula y resignada, a menudo asustada, controlada por la religión y si fuese necesario por la violencia armada de la policía y el ejército. La ideología dominante en todas las épocas, salvo honrosos breves periodos, siempre fue la ley de la selva, la ley del que manda, la ley del más fuerte, que es la que beneficia a esa minoría poderosa, pero eso sí, sólo a ella.
Yo digo que para una sociedad humana, mejor una cooperativa solidaria que una transnacional competitiva y depredadora.
Mejor unos bienes duraderos y de calidad que respeten y valoren a la persona que los ha fabricado, que un consumismo alocado de objetos endebles que se producen masivamente a costa de explotar a los que los fabrican (entre ellos a muchos niños), consumismo sin sentido que sólo nos puede llevar al agotamiento de los recursos del planeta y a su destrucción.
Mejor una agricultura ecológica y de cercanía que respeta la tierra que la produce, que una producción intensiva e industrial de cereales, frutas y verduras modificadas geneticamente en unos campos muertos biologicamente y sólo productivos a base de química. Esto vale también para la ganadería y la pesca.
Mejor una multitud de pequeñas comunidades respetuosas unas con otras conviviendo en paz con sus identidades y sus diferencias, que una globalización, una mundialización violenta y depredadora que destroza todo lo que abraza, que provoca guerras y arruina y esclaviza a miles de millones de seres humanos.
Mejor un Estado fuerte con capacidad para proteger a los más débiles y mantener a raya a un Mercado al que vemos ahora que no se le pueden dejar las manos libres. Es decir mejor que la economía esté al servicio de las personas que no las personas al servicio de la economía. “Lo humano primero” podía leerse en los carteles electorales del Front de Gauche francés.
Mejor que la educación, la sanidad, el agua, la energía, los transportes, la banca, las costas y unas cuantas cosas más sean propiedad pública, es decir de todos para el servicio de todos, que propiedad privada para beneficio de unos pocos. De hecho pienso que el derecho a la propiedad privada debería tener serias limitaciones.
Y para todo eso, mejor una democracia real y participativa, formada por ciudadanos educados e informados, que esas dictaduras seudodemocráticas que gobiernan hoy en día a nuestros pueblos adormecidos y embrutecidos por la televisión, el pensamiento único y la propaganda.
Lo repito, el capitalismo neoliberal es una ideología in-humana.
Podemos vivir y convivir en paz, ser felices en este planeta de otra forma.
Si se quiere, se debería poder.¡Sí, se puede!
Antoine Candelas .



Desencanto y desamor

La agresividad y las mentiras de los poderes y de los medios de comunicación hacia Podemos – son bolivarianos, los financian Venezuela e Irán, están divididos, sólo piensan en sillones, no quieren pactar, votan con el PP, Pablo Iglesias es un chulo agresivo, quieren ir a elecciones...etc...- cala en ciertos votantes de Podemos, les provoca un fuerte desencanto y eso lo compruebo a mi alrededor, hablando con algunos amigos y familiares cercanos, a los que vi votar el 20D con una gran ilusión. Ahora son muy críticos, repiten los argumentos falaces que oyen en los medios, incluso noto sentimientos de rechazo y de odio hacia el partido que adoraban cuatro días antes.
Y la pregunta que me hago es: ¿Cómo se puede pasar de la adhesión entusiasta a la crítica dura en tan poco tiempo?

No se me ocurre otra forma de explicarme esto que comparando esta actitud con el estado de enamoramiento.
El enamoramiento es un estado muy peculiar del ser humano, que se podrá calificar, según como se mire, de maravilloso o de gilipollas, pero en todo caso, un estado muy especial que puede llevarnos al éxtasis y al misticismo, un estado en el que podemos pasar horas y días abrazados, tocando el cielo, flotando en una nube.
En estado de enamoramiento, el objeto de nuestro enamoramiento, el objeto amado, se percibe como perfecto, puro, maravilloso, sin la sombra de un defecto, idealizado. Lógicamente, para tener esta percepción se tiene que mitificar el objeto amado atribuyéndole unas infinitas cualidades que objetivamente no puede tener.
Y esto seguirá siendo así mientras dure el hechizo, hasta que el mito caiga de su pedestal.
Eso suele llegar, más pronto o más tarde, cuando se aterriza en la realidad de la vida, el trabajo, los problemas cotidianos, el tubo de pasta dentífrica compartido, las tareas imprescindibles de la casa, las suegras, los primeros conflictos, las pantuflas y los bigoudis. Cuando el tiempo pone las cosas en su justo sitio, poco a poco el enamoramiento se diluye, dejando sitio a otro sentimiento. Los ojos se abren, el mito desaparece, y a partir de ahí se presentan dos posibles situaciones, se experimentan dos posibles sentimientos:
El primer sentimiento, el más lógico y por suerte el más frecuente, reconocerá que el objeto amado, con sus cualidades y defectos, sigue mereciendo que andemos a su lado de la mano, en un compromiso de compañerismo lúcido, en la salud y la enfermedad como dice el cura.
El segundo, será un sentimiento de odio (que no es sino el sentimiento simétrico del amor). Nos sentiremos traicionados, engañados, estafados. Toda la culpa será del objeto antes adorado, que se había disfrazado para seducirnos y ahora nos aparece en toda su cruda verdad. Y odiaremos, con tanta o más fuerza con la que habíamos amado.

Pienso que algo parecido, ese desencanto – desamor - es lo que les pasa a ciertas personas con respecto a Podemos, que ahora no son capaces de ver, que con sus pequeños defectillos, con algún que otro error, tropezando a veces al andar, Podemos sigue siendo la mejor y la única herramienta para el cambio en este país, para la defensa de su gente.
Nos toca convencer a la gente desencantada de eso último.

Antoine Candelas



Los mayores (canción de apoyo a la campaña de Podemos)